Partiremos de la premisa de que, sin duda, lo mejor para la familia y los hijos, es que la pareja se mantenga unida y felizmente conviviendo, pero, a veces, eso no se consigue.
En este artículo no entraré a dirimir el por qué muchas parejas deciden separarse. No bastaría un post, ni dos, ni mil...
Lo que quiero explicaros es la experiencia que pusimos en marcha el padre de mis hijas y yo a partir de cuando decidimos separarnos. Coincidimos ambos en que lo mejor para nuestras hijas era que pudiéramos disfrutar de la custodia compartida dividiendo todos los gastos al 50 %, ya que, prácticamente, tenemos los mismos ingresos. Por mi parte decir que como madre, he valorado que el padre de mis hijas siempre ha sido competente; se ha preocupado por ellas y goza de mi total confianza. Quizás esto no puedan hacerlo todas las personas con sus ex-compañeras, y sería el punto base del cual partir. Porque si durante la convivencia puedes observar que uno de los padres no se hace cargo o pasa de involucrarse en la educación, en la crianza y la organización del hogar, pues no puedes esperar que después de la separación asuma las responsabilidades que hasta el momento ha sido incapaz de asumir.
Entonces, también decidimos que mantener el hogar familiar en el que, hasta el momento, convivíamos todos los miembros de la familia, era la opción más correcta para que, en la medida de lo posible, no causar un gran cambio en los hábitos que nuestras hijas ya tenían asumidos.
Evidentemente, tal y como muchas veces escuchamos, los niños se adaptan a todo, pero también podemos coincidir en que si dejas al pequeño en su entorno social (véase escuela, hogar, parque, vecinos...) puede sentir menos inseguridades que si, por ejemplo, tienes que cambiar todas o algunas de esas realidades.
El primer año estuvimos probando un turno que era: dos días la madre, dos días el padre y tres días la madre (coincidía con el fin de semana) y después, alternábamos el orden. Como, según cada turno, uno de los padres tenía que irse de la casa, la verdad es que era bastante "farragoso" para nosotros; íbamos con las maletas arriba y abajo y no acababas de ubicarte en casa cuando ya tenías que volver a marcharte. Así que, al año siguiente nos organizamos el encargarnos de nuestras hijas y del hogar por semanas alternas.
En nuestro hogar sucede que tenemos una organización que prácticamente pactamos desde el principio donde todas las cosas tienen su sitio y donde es sencillo poner orden. También hemos cumplido con la rutina de actividades y hábitos que han facilitado sobremanera que entre nosotros (los padres), no surja conflicto... Atención navegantes: los conflictos no pueden evitarse al 100%... ¡así que mucha paciencia y voluntad de entendimiento!
El nivel de comunicación entre nosotros, los padres, es muy alto y ambos tenemos muy claro que la prioridad son nuestras hijas y su bienestar. A pesar de que al comienzo de esta situación, sobretodo la de más edad, lloraba cuando llegaba el momento de la separación de uno de los padres, tuve la oportunidad de decirle tranquilamente (tenía 6 años) que "papá y mamá se habían separado porque ya no eran novios, pero que seguían siendo amigos. Que la razón de la separación no tenía nada que ver con ella ni con su hermana, que eran cosas de mayores. Que tanto su padre como yo misma las queríamos mucho y las íbamos a querer siempre. Que papá siempre iba a ser su papá y que mamá iba a ser siempre su mamá. Que eso no lo podía cambiar nadie. Que los dos las íbamos a cuidar y a acompañar". Esta charla surtió efecto y puedo afirmar que desde entonces, no ha vuelto a angustiarse ante la separación de uno de los dos. Ambas han recobrado la seguridad en su realidad, que va mutando mínimamente, de una semana a la otra.
El resultado de esta forma de organizarnos es realmente positivo, y valoramos ambos, que a pesar del desquicie que supone ir de una casa a otra, con las maletas, etc, preferimos ser nosotros los que acarreemos con esto, ya que ha sido nuestra decisión, que no que sean ellas.
Las niñas a nivel emocional, las seguimos viendo alegres, dicharacheras y en general felices. Hablan de su situación con naturalidad frente a otros amiguitos y tanto en el colegio como con el resto de la familia y personas cercanas; no hemos visto ningún cambio que nos lleve a la preocupación, o la culpabilidad :)
Hasta cuándo podremos mantener este sistema familiar, no lo sabemos. De momento es estable para todos los miembros de la familia. Supongo que en el transcurrir del tiempo tendremos que ir ajustando y reajustando según las circunstancias que se vayan generando.
Éste post, que me ha costado un tiempo decidir publicarlo, es para dar a conocer nuestra experiencia que quizás sirva para motivar a padres en una situación semejante. Por último destacaría que para eso hace falta amor, respeto y comunicación. Dejad vuestros comentarios, que serán bienvenidos.
A ser felices, por lo menos, ¡muchos ratos!
En este artículo no entraré a dirimir el por qué muchas parejas deciden separarse. No bastaría un post, ni dos, ni mil...
Lo que quiero explicaros es la experiencia que pusimos en marcha el padre de mis hijas y yo a partir de cuando decidimos separarnos. Coincidimos ambos en que lo mejor para nuestras hijas era que pudiéramos disfrutar de la custodia compartida dividiendo todos los gastos al 50 %, ya que, prácticamente, tenemos los mismos ingresos. Por mi parte decir que como madre, he valorado que el padre de mis hijas siempre ha sido competente; se ha preocupado por ellas y goza de mi total confianza. Quizás esto no puedan hacerlo todas las personas con sus ex-compañeras, y sería el punto base del cual partir. Porque si durante la convivencia puedes observar que uno de los padres no se hace cargo o pasa de involucrarse en la educación, en la crianza y la organización del hogar, pues no puedes esperar que después de la separación asuma las responsabilidades que hasta el momento ha sido incapaz de asumir.
Entonces, también decidimos que mantener el hogar familiar en el que, hasta el momento, convivíamos todos los miembros de la familia, era la opción más correcta para que, en la medida de lo posible, no causar un gran cambio en los hábitos que nuestras hijas ya tenían asumidos.
Evidentemente, tal y como muchas veces escuchamos, los niños se adaptan a todo, pero también podemos coincidir en que si dejas al pequeño en su entorno social (véase escuela, hogar, parque, vecinos...) puede sentir menos inseguridades que si, por ejemplo, tienes que cambiar todas o algunas de esas realidades.
El primer año estuvimos probando un turno que era: dos días la madre, dos días el padre y tres días la madre (coincidía con el fin de semana) y después, alternábamos el orden. Como, según cada turno, uno de los padres tenía que irse de la casa, la verdad es que era bastante "farragoso" para nosotros; íbamos con las maletas arriba y abajo y no acababas de ubicarte en casa cuando ya tenías que volver a marcharte. Así que, al año siguiente nos organizamos el encargarnos de nuestras hijas y del hogar por semanas alternas.
En nuestro hogar sucede que tenemos una organización que prácticamente pactamos desde el principio donde todas las cosas tienen su sitio y donde es sencillo poner orden. También hemos cumplido con la rutina de actividades y hábitos que han facilitado sobremanera que entre nosotros (los padres), no surja conflicto... Atención navegantes: los conflictos no pueden evitarse al 100%... ¡así que mucha paciencia y voluntad de entendimiento!
El nivel de comunicación entre nosotros, los padres, es muy alto y ambos tenemos muy claro que la prioridad son nuestras hijas y su bienestar. A pesar de que al comienzo de esta situación, sobretodo la de más edad, lloraba cuando llegaba el momento de la separación de uno de los padres, tuve la oportunidad de decirle tranquilamente (tenía 6 años) que "papá y mamá se habían separado porque ya no eran novios, pero que seguían siendo amigos. Que la razón de la separación no tenía nada que ver con ella ni con su hermana, que eran cosas de mayores. Que tanto su padre como yo misma las queríamos mucho y las íbamos a querer siempre. Que papá siempre iba a ser su papá y que mamá iba a ser siempre su mamá. Que eso no lo podía cambiar nadie. Que los dos las íbamos a cuidar y a acompañar". Esta charla surtió efecto y puedo afirmar que desde entonces, no ha vuelto a angustiarse ante la separación de uno de los dos. Ambas han recobrado la seguridad en su realidad, que va mutando mínimamente, de una semana a la otra.
El resultado de esta forma de organizarnos es realmente positivo, y valoramos ambos, que a pesar del desquicie que supone ir de una casa a otra, con las maletas, etc, preferimos ser nosotros los que acarreemos con esto, ya que ha sido nuestra decisión, que no que sean ellas.
Las niñas a nivel emocional, las seguimos viendo alegres, dicharacheras y en general felices. Hablan de su situación con naturalidad frente a otros amiguitos y tanto en el colegio como con el resto de la familia y personas cercanas; no hemos visto ningún cambio que nos lleve a la preocupación, o la culpabilidad :)
Hasta cuándo podremos mantener este sistema familiar, no lo sabemos. De momento es estable para todos los miembros de la familia. Supongo que en el transcurrir del tiempo tendremos que ir ajustando y reajustando según las circunstancias que se vayan generando.
Éste post, que me ha costado un tiempo decidir publicarlo, es para dar a conocer nuestra experiencia que quizás sirva para motivar a padres en una situación semejante. Por último destacaría que para eso hace falta amor, respeto y comunicación. Dejad vuestros comentarios, que serán bienvenidos.
A ser felices, por lo menos, ¡muchos ratos!